Por Madre Ana María Mandrile
CLARET UNIFORM FEST Este es el sugestivo y original título del “GRAN BAILE” para adolescentes, en el Claret, que convocó la noche del viernes a unos 400 chicos y chicas que, con los uniformes de sus colegios o algo de los mismos que los identificara, vivieron una verdadera FIESTA, bailando sin parar, unas cuantas horas. La música expresaba en sus ritmos e intensidad, la mezcla de alegría y entusiasmo con la fuerza juvenil de los adolescentes; el desafío de asomarse a un mundo nuevo, unido a la seguridad de encontrarse, de alguna manera, pisando un terreno conocido: el de la escuela; ese lugar, donde paradójicamente, transcurren las horas más aburridas de la vida –para muchos- se convirtió de pronto, en algo casi mágico. Y es lunes… y todos los que nos encontramos recordamos con gozo ese CLARET UNIFORM FEST.
Y es lunes… y nos pasamos ratos hablando de lo espectacular que estuvo el Baile de 8º y 2º … lo contentos que estamos todos. ¿Qué pasó? ¿Qué fue lo que hizo tan particular esta fiesta? Quizás la genialidad de la idea de los chicos y chicas de 8º; tal vez la organización de las chicas de 2º Pol y sus Padres, en el esfuerzo común por un sueño: el tan esperado viaje al Norte… quizás la capacidad de escucha y acompañamiento del Profe Gastón… tal vez, quizás… Sin duda todo lo mencionado fue el motor que impulsó la fiesta. Una fiesta que no sólo fue divertida, sino que fue fuertemente formativa, porque permitió que muchos sacaran lo mejor de sí (de su interior, de su más íntimo yo) y lo tradujeran en actitudes o en acciones muy concretas, que nos ayudan a crecer como personas. Me animo a decir, que el CLARET UNIFORM FEST, fue un verdadero despliegue de valores y que todos, cada uno en la medida en que se dejó tocar el corazón, recibió una semillita de educación. Y no porque el GRAN BAILE fuera en la escuela, sino porque fuimos cada uno, escuela para el otro, porque todos tuvimos oportunidad de aprender algo más de alguien y porque todos tuvimos la maravillosa ocasión de “darnos” para alguien. Si hubo un gesto desinteresado y gratuito fue el de los alumnos de 8º. Trabajaron por un objetivo de otros, de 2º polimodal… y lo hicieron gratis!!! Su única recompensa: bailar, bailar,… la fiesta. Desinterés y servicio. Todos hemos recibido una hermosa lección de estos chicos y chicas. Y saben…ninguno dijo: la fiesta salió bien por que fue idea nuestra. Por que siempre tuvieron claro que la fiesta y la ilusión que llevan en el corazón, la de ellos, era para todos, era para dar. Si pensamos en tesón, en responsabilidad, en organización y presencia a toda prueba, nos encontramos con las chicas de 2º polimodal y sus padres, en una dupla de esfuerzo y amor, de espíritu de superación y búsqueda sencilla y casi silenciosa del bien para otros: unos niños que esperan que un sueño se cumpla… un poco de cariño, expresado en el compartir. Si nos hacemos eco del estar atentos, con orejas de radar y corazón amigo, tratando de entender y captar ondas de necesidades y deseos, observamos un grupo de docentes (entre ellos el Director) en la sublime tarea de responder a sus alumnos en la sintonía del respeto y la valoración del otro, más allá de su edad, enseñando con la confianza, apostando por lo que se anuncia a diario y asumiendo el riesgo que la novedad podría deparar. Si hacemos memoria de los rostros de muchos padres y madres… y hasta las monjas!! presentes en la fiesta, vemos el variopinto entretejido de un sin número de emociones; sorpresa, alegría, nostalgia, un cierto dolor “por que los niños” empezaron a ser “grandes” y se nos empiezan a ir…, realización y gozo por el éxito del evento… y alegría… y mucha alegría… y paz … porque todo salió bien…y por que el derroche de buen comportamiento y ambiente sano y familiar, y lindo…. nos llenó el corazón y superó todas las expectativas y previsiones posibles. ¿Qué pasó en el CLARET UNIFORM FEST el viernes 7? Tal vez la simplicidad de la respuesta nos abrume: me animo a decir que los valores que sembramos a diario, se dieran cita en la fiesta y fueron los anfitriones ocultos en el alma de cada adolescente, para demostrarnos desde el frenesí de la música y el baile, que no todo está perdido cuando “nosotros hemos venido a poner el corazón”. Y, demás está decir, que la tesis del inicio está demostrada: educación y fiesta no son inconciliables, son, si sabemos leer, altamente formativas, para nosotros, los adultos, que a veces tenemos un cierto temor al riesgo, a la creatividad y a la audacia propia de los años jóvenes. Educación y fiesta son una realidad posible de amalgamar cuando la escuela es esa “familia grande” que día a día se esfuerza por gestar mentes lúcidas en la verdad, corazones grandes en el amor servicial y almas de fuego, capaces de transformar con fe y obras, la sociedad.
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